jueves, 28 de octubre de 2010

Homenaje al señor X

HOMENAJE AL SEÑOR X
En su secreto páramo serrano
Y a la hora en que nacen las estrellas
Va rumiando sus íntimas querellas
Y esperando la hora del gusano.
Una frondosa barba de patriarca,
Barba menos de santo que de asceta
Le ha crecido vagando hacia la meta
Que adivina a la sombra de la parca.
Pródigo en el arte del lenguaje
A un amigo remoto nunca visto
Le descarga su íntimo bagaje.
Y ese amigo que sabe de sus penas
Fiel accede a rendir su altanería
Y con no sospechada maestría
Le ofrece su consuelo a manos llenas.
Agosto 30 de 2010.

Juan Javier Bottiglieri

El niño

El niño
(El alma es la peligrosidad)
Un niño es algo muy parecido a todas las demás personas y es poco por lo que uno puede distinguirlo de ellas. Uno de los rasgos es la seriedad: los niños son personas muy serias
Otra distinción es su inagotable sed de investigar todas las cosas, una curiosidad que no repara ante el valor ni la gravedad de los objetos del mundo que lo rodea.
Con la misma serenidad rompe una flor, da vuelta una maceta, despanzurra un gato, come tierra o mete los dedos en el enchufe, para saber qué hay adentro, no más.
Lo único que detiene a un niño es la corriente eléctrica, el calor de la plancha o el tarro de agua hirviendo que le cae en la cabeza: para un niño el alma de las cosas tal vez, consista en su peligrosidad.
Otra característica es que un niño no puede valerse por si mismos y entonces tiene incontables recursos para hacernos creer que nos ama y de este modo obligarnos a trabajar sin descanso.
Hay además quienes opinan que un niño conserva el rencor y otros que no, que enseguida olvida, a lo que aquellos responden que se hace el que olvida. Y así se enfrentan y facturan estas dos grandes escuelas que nunca van a coincidir en que el olvido y la memoria, el ruido y el silencio, la luz y la oscuridad, el odio y el amor son hebras inextricables de una misma tela.
La historia que pretendo contar está en un párrafo del libro “la casa de los conejos”, de Laura Alcoba, aunque ya tenía referencias de ella.
Ocurrió hace mucho, en la edad antigua, durante el siglo pasado, en los años setenta, cuando héroes y hombres se diputaban la tierra.
Entonces los guerreros acordaron en muchas cosas y en cambio en otras disentían un poco, por ejemplo si era conveniente formar pareja y tener hijos y para el caso, si el matrimonio debía consagrarse de por vida o si era aceptable el divorcio.
Para los puelches la unidad debía ser para siempre, que en la guerra es “algo” y el infiel castigado con la degradación. En cambio los montañeros lo aprobaban sólo mientras durara el aprecio.
Por espartanas razones los puelches y montañeros coincidían en que el amor era útil para la pelear con la espalda y para la seguridad del reposo; y que los niños eran el corazón de la batalla y en fin, que parecerse a lo los hombres era bueno.
II
Laura destacaba en la carrera y en el arte de la música; hija de Pedro el primero en la caza de la liebre, dueño de vacas y tierras en Morteros, hijo él a su vez del navegante Julián Gaudiamo, expulsado del Piamonte por las huestes, ella se unió al combate de los montañeros a los diecisiete años.
Era la mejor en la huida, en el lanzamiento de la botella incendiaria y en la arenga de la multitud con el canto que todo lo subyuga.
En la universidad conoció al puelche Ariel, óptimo en el arte de la medicina y el juego de baloncesto, hijo de Daniel el más certero en la arquería, hábil en el ejercicio de la obstetricia, sol de comadres e hijo él del Garay Labrador, que vino a Ceres de fecundas glebas huyendo de las huestes de la falange después de matar a muchos.
Ariel era el mejor en la emboscada y el más hozado en colocación de la bomba que todo lo estremece. Se casaron y el 25 de mayo tuvieron un niño llamado Simbad.
Con sendos apodos en Ferreyra encontraron lugar. Él dejó la medicina y entró en la fábrica de autopartes con el nombre de Saúl. Olivia se empleó de enfermera en el Policlínico y con el auxilio de puelches y montañeros se organizaron para cuidar al niño.
En el primer año durante el día era el trabajo, el Sitrac-Sitram y la colaboración con el dispensario; la vida corría alegre, Simbad lactaba o paseaba en brazos de sus nodrizas y a puelches y montañeros todos se preciaban de acompañarlos.
Ciertas noches Saúl ponía caños y otras tantas Olivia salía para atizar la deflagración que embeleza.
El 73 antes de nuestra era fue una fiesta, quizá muchos lo desconocen pero la mayoría aparenta haberlo olvidado.
Fue Posidón sin embargo quien se distrajo en la batalla en beneficio de la estirpe de Ares que sitiada era apoyada por Dios y en febrero del 74 el cielo comenzó a espesarse; intervinieron el sindicato, detuvieron a Saúl y Olivia se mudó con sus padres hasta conseguir casa y trabajo. Laura fue recibida con el nombre recordado en las tierras medias y Simbad iluminó las esperanzas de los Gaudiamónidas que lloraron el día que se fue.
Lo que pasó con Saúl es un misterio porque de estar prisionero la radio anunció su muerte en una confrontación. Laura buscó consuelo en el error pero el rostro en el diario era el de Ariel.
El 1º de julio nevó en Córdoba, las tierras altas se vistieron de blanco y vencida la moderación de la batalla los linajes de Gaudiàmonidas y Labradóridas se hundieron en el sueño de las aguas profundas juntos con Posidón.
No importa el nombre ni las parejas que después de caer Laura cuidaron a Simbad, todas lo arrebujaron y los montañeros los proveían de renta y casa “limpia”.
Rosa y Limón fueron los últimos que tuvieron al niño que vino a barrio Guemes con la consigna de una vida tranquila. Detrás del cuadrito de Fernando Fader con la mulita y el álamo embutieron las poquitas armas que con el aire tibio de noviembre tirarían al Río Primero.


III
Ya en el aclarar de nuestra Era deambulé decenios como fotógrafo de plazas y calesitas entre madres trémulas por los misterios del embarazo y ancianos que diputaban los peligros de la fisiología
Una vez en la arena bajo las cadenas chirriantes de la hamaca violenta jugaba un diablillo. No entiendo el misterio de la mica y el reflejo que inclinaban al mudito hacia el escarabajo alado o a despatarrar langostas. Varias veces la suerte lo peinó de ida y otras tantas lo despeino a la vuelta hasta que logré sacarlo al modesto precio que el columpio loco me cobró en la sien. Con la sangre en el ojo entreví desde el piso por una mueca aleve de su mirada fría que algo divino había allí. Entonces recordé el final de aquella historia en los vetustos libros de la edad antigua que leí una vez
En contra del sol de la tarde sobre una casa de Guemes Rosa y limón velaron por la prosperidad de un jardín con lasitos de amor, hortensias, achiras y plantas sencillas que florecerían en la primavera. Ellos no estaban en ninguna agenda ni habían sido delatados por fotografías, vecinos o noticiarios porque su iniciación en la batalla fue tardía y nadie quería para Simbad que el sitio se comprometiera.
Pero Ares embriagado de triunfo selló las cuadras, pisoteo jardines, entró en las vidas y se llevó lo que valía porque la ofensa se repara con la devastación, en todas las guerras es así.
Un día, con la puerta abierta hacia el sol de Septiembre en el bosque de botas Simbad buscó el refugió del corazón de sus padres. Por la causa de las furiosas armas Rosa y Limón tuvieron los brazos en la espalda y las frentes apretadas contra la pared. También la tierra tembló con el peso de mil divinos carros azules y diez mil carrozas verdes empujados por cien mil alados caballos de fuerza.
Ante la fascinación del pequeño todo fue investigado, volteadas las macetas, despanzurradas las cajas eléctricas, abierta la plancha, tumbadas las ollas, destripada la guata de los muñecos de trapo y husmeado el geranio y las achiras de cuajo… Y hurgaron en el alma de casi todas las cosas porque donde reside su peligrosidad es ahí.
Cuando vino el alivio del hierro en la nuca Rosa y Limón no respiraron enseguida pero Simbad corrió a ver. El sol iluminaba el plano del hermoso rostro cuya cabeza a contraluz sus padres apenas si podían distinguir. Atraído por los risueños bucles del bastardo un guerrero demorado por el pérfido Ares ordenó a sus camaradas que se apostaran tras de sí. Rosa y Limón quisieron abrazar el niño pero fueron detenidos por la soberanía del fusil. El soldado en cambio reparaba intrigado en el paisaje serrano de la mulita y el árbol inadvertido para la requisa que el bracito de Simbad señalaba en la pared.
Un niño es algo muy parecido a las demás personas, pero no lo es. En el momento en el que a él se le ocurra, la suerte decide nuestro camino y vaya uno a saber si es por rencor, siniestra inocencia, malsana curiosidad, intrepidez de cirujano o qué.
A Simbad, Limón y Rosa nunca nadie los volvió a ver.

viernes, 15 de octubre de 2010

Mientras ella teje...

Mientras ella teje....
Mientras ella teje la vida será siempre sin titubeo un amparo y en el huevo del tiempo hoy erijo la viga y hoy erijo la viga y es hoy eternamente la confianza que funda y todo está en origen y regreso y progreso más y más si ella teje.
Qué sagrada mudez qué sagrada mudanza

viernes, 8 de octubre de 2010

Irremediable

En "Leyendas de Rodavlas" se puede leer que el varón era tan feliz en el paraíso que a Dios le fue insoportable el error de haber concebido a un ser tan dichoso y perfecto, casi a semejanza de Él. Entonces, mientras dormía le hurtó una costilla y nada más que para fastidiarlo fraguó la mujer. Al despertar y ver algo tan bello el varón no cesó de alabar la grandeza del Señor y comió del manzano y fue aún más feliz. Dios llamó a ésta su segunda gran equivocación "desobedecer". El varón, que podía ahora "crear", se le asemejaría aún más. Irrritado porque Dios era él, Dios se consoló en la complacencia de su genialidad por disponer de tantos huesos alrededor del corazón de su invención. Entonces mientras ésta dormía le extirpó otra costilla con la que hizo otro ser pero esta vez incapaz de reproducir. Al despertar y ver algo tan bello para sí el varón no cesó de alabar la grandeza del Señor y comió del manzano y fue aún más feliz. Trémulo de cólera por tanto desacierto tuvo que reconocer que álgo se le había escapado entre los dedos al poner en el mundo a un ser que en amor competía con él y antes de arremeter contra su pecho le envió cien infortunios para que entendiera quién era quién. El varón entendió y levantó los brazos al cielo en ofrenda del torso para que Dios dispusiera. Pero Diós no es lerdo y comprendió la treta: "si prosigo deshuesándolo" se dijo "lo haré más dichoso" Acordó entonces con ángeles y demonios una batalla de desprestigio que dura hasta la fecha contra el amor viril. Esa cosa en alguna parte del varón que parecía inofensiva e insignificante y que se le pasó por alto cuando lo terminó de hacer. Algo hurtado, noble, tierno, que no tenía hueso, pero que el amor fraguaba como el hierro y que en cierto modo competía con él se le fue de las manos al pasar desapercibida la aparatología celeste y no lo puede corregir......