viernes, 12 de agosto de 2011

A mí

Miércoles 10 de Agosto de 2011


Presente continuo.
Que la muerte te acierte vertebrado, en el hilván de un solo día largo. Que lo puedas ver todo, en equilibrio. Mitigado el error, el error de haber amado y haber sido tantos cuerpos, el error de no haberte sostenido persistente, el error de la inocencia y la derrota de no asirte. Ásete que la hora ya es prevista. Ásete, que morir le ocurre a todo. Asete desde el méñique y el empeine hasta el techo de la bóveda encriptada o la horma del sombrero. Sé uno, sin capricho, nada más que porque lo eres y porque antes lo fuiste.
Ten presente que el "antes" existe "ahora". Que es el presente tu madre y la maestra del jardín. Tu padre está contigo. Y está Depego, el vecino pianista: él es ahora, en éste día: siempre ha sido. Oye las notas, los arpegios contra la pared del nido en que has dormido, en el que duermes todavía. Tienes muchos barrios sucesivos, pero es una la calle de tu único camino. Y no es una y distinta, porque tú eres el mismo. Una misma calle que incrementa: se ensancha, alarga, se matiza. Nada es distinto, porque tú eres el mismo. Un solo ser, continuo, será el muerto. Entonces sí, entonces has sucedido. El diablo, ese extranjero, inoculó los tiempos en el léxico, cual si fuéramos remotos responsables del destino, del destino de todo. Eso no es cierto. Renuncia al arquitecto, el habla de cosas, tu eres vivo, un solo vivo efímero, entre objetos sentidos.