jueves, 18 de diciembre de 2008

Las mil y dos noches, de Juan Javier Botiglieri

Las mil y dos noches
Esto fue lo que la princesa narró al califa aquella noche.En una ciudad del Jorasan vivía un anciano que había alcanzado durante su vida algunos logros, siendo el que más lo confortaba la posesión de un ánfora que protegía celosamente y que tenía destinada a conservar sus cenizas. El cacharro no era de excepcional calidad, pero en su forma primabanía la armoníaEstando el hombre ausente se desató una inesperada tormenta, la casa se conmovió y la vasija se quebró. Queriendo repararla, acudió a un alfarero, hombre muy respetado por la fineza de su arte y por su sabiduría acerca de las cosas de la vida, quien dictaminó: puede repararse, pero no sin esfuerzo y tiempo.Y quedará una cicatriz que el paso de los años irá suavizando. El anciano dijo entonces: puedes advertir que ya no soy joven y me angustia una larga espera ya que mi vida podría acabar repentinamente y no llegaría a ver el daño reparado .A lo que el alfarero respondió: no está en tus manos abreviar los tiempos; si está escrito que tus restos se guarden en el ánfora, así será y si no, tus cenizas serán dispersadas y olvidadas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario