martes, 20 de septiembre de 2011

Victor Manuel Azcárraga Fuentes, gracias.

Primero, una disculpa por hablar por usted. Sin embargo, mi comentario se apoya en su estilo. Me refiero a adjetivación en términos de gramática estructural. El adjetivo y el adverbio como modificadores. Y usted usa los modificadores exactos como una posibilidad de invención; esto es, el de crear nuevas realidades. Comenzaba usted, por ejemplo, “Ellas” de esta manera:
Blandía su dolor como una cucarda púrpura.
Y después, en un atrevimiento formal, se daba el lujo de explicar su adjetivación o, en este caso, su adverbiación
(Detenerse a comprender esta expresión, que tiene un sentido estricto. Acudo: su dolor era un estandarte, una bandera, que la galardonaba y la distinguía, como la cabeza de venado en la panoplia del living. La cucarda es una escarapela distintiva, un premio)


Ese es su estilo, más que narrativo, descriptivo. En su otro cuento “Ella”, viaja por toda la evolución tecnológica por medio de descripciones que, si bien son acciones, pueden catalogarse como oraciones adjetivas o adverbiales:
Era lindo; bailábamos, oíamos música y hasta nos enteramos de aquel día en que los marcianos invadieron la tierra.
En ese tenor está escrito también Profetas, al describir adjetiva
Si esa puerta abre a otra puerta, tras la cual hay otra puerta de inmediato y así, cuál es entonces tu materia.
Entonces el amor es una puerta. Pero no se trata de la puerta como objeto, sino como concepto, de tal manera que de las comparaciones nace una nueva realidad, y el adjetivo se vuelve sustantivo.
En su estilo no solamente toma de Huidobro la máxima: “El adjetivo cuando no da vida, mata” sino también el encanto por la creación de neologismos para exprimir las posibilidades del lenguaje por medio de la unión de palabras: cfr. Pubislandia o su descripción de El beso: …el besoyavuelvo o besovuelo; el besohastasiemprejamás.
Saludos
Víctor

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