martes, 24 de julio de 2012

La gratitud y la vileza

Supeditado al ser que se ama, el amante se dispone a la mudanza. Se deshace de todo cuanto ha sido, y desnudo, se arropa en el abrazo y se mide en la mirada del amado.
Ese capullo redentor del embeleso, nacido del azar y del milagro, es negocio de pactos, de promesas y de halagos; es telar de recelos, de abstinencias y de embargos.
(En cierto modo, se trata de una ausencia)
Porque es la idea de ser, la que está en juego, entre un varón y una mujer, que desprendidos, de todas las cosas que antes fueron, apenas se reorientan con el hilo, de la mutua gratitud de los deseos.
Mas, si a esa enorme fajina del anhelo, la vileza la fisura con un tajo, es inutil preguntarse los motivos, inútil la venganza, la ira, el llanto. Inutil el fastidio y el castigo: el dolor no tiene amparo en el vacío, el dolor no tiene amparo en el desprecio.
2002

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