martes, 25 de septiembre de 2012

El Espejo de Oro

> Empuñó el andrajo y quito con él la tierra del espejo. Fregó a muñón y en círculo muchas veces un rincón inferior del mismo, y a medida que se iba plateando, embistió con más entusiasmo y mayor empeño. > > > Desde su perspectiva, inclinado, con la cara muy por encima y de sesgo al ángulo sobre el que aplicaba su esmero, el vidrio sin embargo no reflejó nada: ostentaba apenas el fogonazo de su propio ímpetu. > > > Con la impaciencia de ver cosas en ese objeto y entre ellas a sí mismo, pero con la fruición que impone mesura al descubrirse algo perfecto, como era esa copia sólida, trabajada sobre la superficie blanda del agua en equilibrio, capaz incluso de rectificar lo recto, que es un espejo, prosiguió el ascenso hasta que en cada giro que su muñeca le imponía al lienzo, comenzó a vislumbrar líneas y figuras que habían tenido alguna relación material con él. > > > Su madre. La maestra de primer grado después. Luego los rostros fraternos, el barrio, los amigos, el pueblo entero y todo aquello que había tocado, visto o percibido, aparecía y se multiplicaba según la aceleración que le imprimiera el brazo a las circunvoluciones del trapo. > > > ¡Esto es extraordinario! _Se dijo_. ¡Todo lo que me revela el azogue es cierto, existe o existió en serio! Y a punto estuvo de pensar que aquello era sueño cuando al friccionar con mayor presión, no mayor velocidad, sino con más peso y esfuerzo, con mayor intensidad, también se le revelaron los sueños. Y no sólo aquellos recónditos y quebradizos, tan activos en el reposo, sino esos otros, hechos de los temores, las ilusiones y las innumerables y fecundas apetencias que trabajan de día. Dinero, casa, hijos, mujer, jardín, prestigio, berretínes, oficios, etc. El cuadro era una traslación detallada de cuanto pudiera alguien ver, imaginar, amar y odiar; tal como una bola de bruja que refleja el pequeño mundo percibido y evaluado por el único hombre que empuje con denuedo la bayeta de red contra el cristal. > > > ¡Qué complacencia sentía ese hombre al poder contemplar todos, en un solo momento, los acontecimientos más ajenos y vincularlos aquí, con la ayuda del friso, adentro de su corazón! Natali, el primer peluquero soberano, junto al soberano académico que lo facultó más el primer soberano alumno a quien él le entregó el título. ¡Cincuenta, sesenta años, todos ceñidos en el puño! > > > La fascinación a la que se hallaba expuesto, le impidió percibir la extenuación que comenzaba a afectar su cuerpo. Porque sucedió que en un cierto acto, en el que se retrataba a la perfección un episodio irrelevante, pero de gran significación afectiva en apariencia, creyó ver que Martínez, un compañero del primero superior, posaba por un instante su mirada en él, que lo observaba. > > > Hasta ese momento, y luego nunca dejó de suceder así, todos actuaban y procedían siempre indiferentes a él, dado que solo se trataba del esfuerzo de su propio brazo y a favor de sus propios recuerdos. > Pero esta distracción fugaz, este anacronismo de Martínez, por insignificante que pareciese, lo puso en tono para reparar en algo importantísimo: él no figuraba ni era mencionado en ninguno de los innumerables episodios tan escrupulosamente descriptos en el fantástico plano de la puerta del armario: se cansó de apelar y fabuló ser nombrado, porque sencillamente en su memoria, lejos del concurso de todos, él no estaba. > > > Melancólico, abandonó la faena dispuesto a mirarse, ya que para eso bruñó tanto y que para eso fueron inventados los espejos . Pero para su sorpresa, se reflejó una figura extraña, que aunque bien definida, era irreconocible. No era él un vampiro, no: ahí había algo visible que no hallaba en sus recuerdos y que, dada la burla conque lo replicaba en sus movimientos, el espejo le aseguraba que era él. > > > Comprendió con estupor que el puro presente en acto es inescrutable y que la figura y la forma sobre las que anida el aprecio, responden a un enorme esfuerzo de la memoria, en la que desde luego, se entiende, nadie puede someterse a ver... a menos que... > > > Tuvo entonces una idea "brillante", en todos los respectos del término. Primero se observó y fregó después el espejo para recordarse, tan solo como todos, por primera vez. >

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