sábado, 27 de noviembre de 2010

Ella

Ella.
Para un amigo amante.


Blandía su dolor como una cucarda púrpura
No digo que no fue lindo, pero mientras se desvestía me pareció entrever que todo el escenario montado para treparnos al manzanar de la lujuria era el sagrado estrado de la suprema corte de justicia.
Amarme fue un deber que la reorientó en su equilibrio, se portó tal como él bien lo tenía merecido; comí el pastel en su punto, saborizado por lágrimas y no fui más que el recuso de su espada salomónica.
Todo en la mujer es temibe, todo. Comenzando con la fatalidad de su irresistible atractivo y en escalera ascendente hacia su capacidad procreativa, ella es un viaje en tren fantasma por las mil estaciones de la tiniebla.
Tiene el llavero de la fuente y se arroga derechos administrativos: poda, tutela o aborta de cuajo, ella es matriz, ella es la dueña de la milagrosa fábrica.
Una mujer buena es la maravillosa ingeniería del ratito. Una mujer piadosa, inteligente y bella que prodiga la caricia indicada y te acomoda las fianzas para caminar en lo cierto es el techo celeste, la más empinada estrella. Si te es dada no te quedes, tómala y huye con la pócima del mejor recuerdo, nada sucederá luego que no sea dolor y lágrima.
La colina imperial , el núcleo solar, el clítoris de pubislandia es CEPROCOR. Allí las científicas hurgan los rastros y despejan las propiedades financieras, la rentabilidad del gen.
Nada que suceda en la disputa entre machos alfa es ahora ajeno a la demarcación territorial entre el varón y la mujer. La especie ha retornado al mandato zoológico primigenio; su propósito reproductivo o recreativo es de aliento efímero; el falo se a ha recuperado y alzado vuelo: a la hora del atardecer ha vuelto a ser excéntrico.
Si Dios ha muerto y el patriarca es extinto el mito de la paternidad fue un sueño antiguo.

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